Comunicar la ESG del despacho, ¿sí o no?
El mercado legal está experimentando una rápida evolución, incluyendo su dimensión social y responsable. Hasta hace poco, la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) era un concepto reservado a unos pocos bufetes de abogados selectos, cuyo enfoque maduro y reflexivo les permitía considerar el papel de la firma en la sociedad, su sostenibilidad y la contribución a la comunidad. Sin embargo, la RSC ha evolucionado y se ha transformado en la flamante ESG, que abarca un marco operativo más amplio, complejo y consciente.
Nuestro compañero Alfonso Everlet, escribe para El Confidencial sobre cómo comunicar la ESG de los despachos. «La ESG (siglas esta vez de Environment, Social & Governance, o medioambiente, social y gobernanza, en alusión a los tres ejes fundamentales de actuación por el bien social/comunitario) conforma no solo un marco operativo más amplio, complejo, consciente y responsable, sino que incluso se instrumenta como criterio de inversión, entroncando y cerrando el círculo con el alma profunda de toda mercantil, siempre con la sostenibilidad y el largo plazo en la relación con los stakeholders en la mira», describe Alfonso.
Hoy, todos podemos llevar a cabo políticas de ESG
En la actualidad, cualquier despacho de abogados puede implementar políticas de ESG. Ya no se necesitan grandes inversiones, galas benéficas o fundaciones para generar un impacto positivo en cualquiera de los tres ejes. Gracias al tercer sector, la sociedad civil y la tecnología, solo se requiere voluntad, organización y tiempo.
Sin embargo, es crucial que todas estas acciones provengan de una auténtica convicción sobre la necesidad de colaborar para crear un mundo mejor. Aunque este aspecto tiene un fuerte impacto comercial, muchas empresas intentan presentarse como algo que no son, lo que puede generar graves problemas de reputación difíciles de gestionar. A este fenómeno se le conoce como «greenwashing» cuando se pretende aparentar respeto al medio ambiente sin cumplirlo realmente, o incluso «pinkwashing» y «purplewashing» en el caso de cuestiones relacionadas con el colectivo LGBTIQ+ y la igualdad de género respectivamente.
En cuanto a la comunicación corporativa, Alfonso defiende que nos enfrentamos a una encrucijada que involucra a dos protagonistas esenciales: los clientes y el talento. Cada vez más, los clientes exigen que sus proveedores de servicios legales compartan sus valores y en algunas solicitudes de propuestas (RFPs), incluso se solicita la especificación de políticas relacionadas con la ESG para evaluar su idoneidad. En otras palabras, si mi empresa se preocupa por el medio ambiente, mi política interna de contratación no me permitirá trabajar con un despacho que no comparta ese compromiso. Esto se convierte en un factor comercial clave, y como profesionales de la comunicación corporativa, nuestra tarea es destacar este compromiso para que el mercado sepa que somos elegibles si se considera este criterio.
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